viernes, 31 de diciembre de 2010

Dos años de realidad y soñadores...

Verás otra vez como sale del metro, otra vez con esa falda verde y su chaqueta de colores; tan larga, que parezca un vano intento de devolverle un arcoíris a los grises muros que hoy hay por árboles en la jungla de la humanidad. Y te darás cuenta,  como nadie lo ha hecho todavía, que hoy es un poco menos colorida, más sucia, más gris que ayer.

La escucharás cantar, dándole vida a tu corazón con su voz, demasiado aguda para ser hermosa, pero tan única y distinta que te hace temblar, como si estuviese hecha para ti. También rasgada, quizás por el humo del tabaco y las vivencias, que empiezan a cargarla de un dramatismo que no intentas sentir, porque a veces la realidad es demasiado dura.

Olerás su perfume, uno que sabes, no sale de ningún frasco. Ni grande ni pequeño, su frasco es el mundo. Y dudando si es tu olfato o su esencia, notarás como esta empieza a desvanecerse en comparación con los tiempos pasados. Ni tan fuerte, ni tan fresca.

Tocarás su mano mientras le dejas una moneda. Y se te revolverán los sentidos una vez más, pero no con la misma adrenalina, ni con tantas mariposas en el estómago como ayer, por no hablar de antes de ayer, o de hace diez años. Quizás sus manos empiecen a estar arrugadas.

En tu mente querrás besarla, pero el sabor de sus labios se difuminará en unos sueños cada vez más lejanos.

Y llegará un día, en que sus ropas, ya grises, su voz, rota, su perfume, disperso, sus manos, quebradas y sus labios, invisibles, arrancarán una lágrima, que caerá con la que crees, será su última moneda.

Levantará su mirada, y con su voz aguda, su color y su perfume, oirás salir de sus labios:

-          Tú serás feliz.

lunes, 27 de diciembre de 2010

La mala costumbre de levantarse tarde

Hace poco que recibí una carta que, en principio, me cayó como un jarro de agua fría. Hoy simplemente, la reproduzco dándole la razón; por despertarme de esta especie de anestesia en que a veces nos sumerge la vida.


’ Tengo un montón de ideas desordenadas en mi cabeza, desde hace tiempo, hacia ti, y hacia esta carta. No son malas, porque no has hecho nada malo. Pero creo que tampoco son exactamente buenas. Por eso, como tú no tienes maldad ninguna, mereces saberlas, sea lo que sea que ello implique.

Damos por hecho que somos amigos. ¿No? Creo que es la idea clave. Si, tú también lo crees. Pero hace un tiempo que me he sorprendido con la idea de que quizás esto no es así. Me imagino que ya te estarás preguntando si me has hecho algo. Nada malo desde luego. Hemos sido amigos, y, en algún momento concreto, una de esas grandes amistades de la historia de las que tu hablabas, esa vinculación especial, no por necesidad ni por placer. Por el bien, porque sí. Bueno… Como no ha ocurrido nada que rompiera el vínculo, este se da por hecho.

Pero está el tiempo. El tiempo pasa y un manojo de grandes recuerdos no es suficiente. Ya no sirven de motor, y no crear ningunos nuevos los atasca en quién sabe qué lugar. ¿Me explico?
Tú ahora tienes tu vida, yo tengo la mía, y aunque esos buenos recuerdos te revivan de cuando en cuando, ellos son los únicos que forman parte de mi vida. Tú, tu presente, diría casi que no es nada para mí. 

¿Recuerdas aquellos días en que reaccionamos contra el tiempo y los compromisos? Nos empeñamos en poner de nuevo en marcha la máquina de recuerdos.

Aquí entra la mala suerte o la buena, quien sabe. Compromisos de última hora, amigos necesitados, etc etc… ¿Recuerdas aquel verano? Planeamos aquellos días para nosotros, y alguien pidió tu ayuda, una y otra vez, cuando yo solo pedía tu compañía. 

Aunque parezca lo contrario no te estoy reclamando nada. Estoy seguro que ese conjunto de decisiones te han llevado a buen puerto, y, además, cuando anteriormente yo pedí ayuda tú acudiste, y seguro que abandonaste a otros que, en principio, solo pedían compañía. Es lo más noble.
Pero, quizás aquella compañía era un grito desesperado de ayuda. Probablemente no, pero nunca te revelaré la incógnita. ¿Es cruel? Te pido perdón ya mismo, pero no me retracto. Sé que si quisiera verte de nuevo, solo tendría que pedirte ayuda. 

Y es que lo dejas todo por acudir cuando hay problemas, y entonces demuestras de verdad el valor de una amistad. Ya se sabe lo que dicen no… el amigo es el que está en los momentos duros. Pero a mí no me parece justo. Ni para ti ni para los demás. 

Normal que después te de pereza quedar con la gente, como me decías a veces… no es satisfactorio establecer relaciones a base de resolver problemas. Te pierdes los momentos buenos, por mucho que sea ‘lo fácil’. Que sí, que se que disfrutas mucho con mucha gente, pero seguramente sabes por dónde va el punto. Y es que una cosa es disfrutar del día a día sobre la marcha, y otra vivir el día a día como uno realmente quisiera. Una vez hablamos de eso, ¿te acuerdas?

Pues eso. Que tú tienes tu vida, y yo la mía. Que creía que te echaba de menos, pero echo de menos tu recuerdo, y son cosas diferentes. Y desde luego no quiero una respuesta a esta carta, ni que acudas a mí por ella. Aunque igual ya es demasiado tarde. Pero prefiero que no lo hagas. No somos amigos, aunque lo fuimos, y quien sabe, quizás lo volvamos a ser, quizás no. No me preocupa porque ambos hemos obrado sin maldad, asique tampoco deberías preocuparte. Asumo mi 50%. Esto no implica nada, si te veo, te seguiré saludando, te preguntaré que tal estás, y si las circunstancias se dieran, tomaríamos algo y charlaría contigo sin dudarlo. Conociéndonos acabaríamos hablando durante horas.

O quizás no.

Sea lo que sea, hemos hecho nuestras decisiones, y yo mantendré siempre los recuerdos. Mantener un lazo es demasiado doloroso. Pero, que ya no lo haya, no implica que, al menos por mi parte, te desee lo mejor de lo mejor. No te imaginas cuanto, a pesar de lo desgastado de este tipo de frases...’’


Y no te respondo, porque, al igual que cuando aun hablábamos a menudo, a veces hablar por uno, podría ser perfectamente hablar por lo dos.

Pero te digo, hasta pronto, y que te vaya muy bien. =)

(Y feliz 2011 a todo el que me lea.)

martes, 7 de diciembre de 2010

Envejeciendo a las 5:19 de la madrugada


Seguro que muchos de ustedes se han dado cuenta. Probablemente cuanta mayor sea su edad es más probable que sea así. Incluso para mis lectores ¿habituales? que deberían rondar la veintena o treintena a lo sumo, ya habrá empezado a ser un cambio más que notable. Al menos eso espero, lo he oído en más personas y para mi es casi un paradigma de la vida.
 
Estoy seguro de habrán observado lo siguiente, aunque ojalá no sea así:

Bien se sabe que, cuando somos pequeños, los días, las tardes, y las mañanas también, si se trata del parvulario, se basan todo en juegos-descubrimientos,-curiosidad- juegos-descubrimientos-curiosidad… etc. Lo días son algo enorme, eterno y sin fin. A veces incluso demasiado, pero creo que hoy en día no lo podemos ver así.

Después llega la primaria, las primeras obligaciones cuando nos acercamos a la ESO… estas cosas. A veces hasta hay que estudiar. Las tardes siguen colmadas de diversiones, pero cada vez más, se ocupan de tareas y quehaceres (que hacemos a disgusto, y educadores del futuro, deberíamos hacer por gusto, el niño del párrafo anterior era pura curiosidad, este empieza a ser un membrillo). Se produce un doble fenómeno, somos más mayores, más grandes, pero por culpa de estos pequeños aburrimientos obligatorios quizá los días siguen siendo largos, tal vez más.

Es en estos años cuando los adultos nos parecen animales curiosos y a la postre imitablemente divertidos (aunque a los que tenemos más cerca por desgaste los acabaremos apartando.) Queremos crecer y trasladar todas las capacidades de los adultos a nosotros, adaptarlas a  toda la inmensidad de nuestro tiempo e infinita curiosidad.


Después llega la adolescencia y un poco más de responsabilidad. Aquí ya uno empieza a decidir cómo se toma esta. Morimos por cumplir 4 años más, 3 años más, 2 años más… Adquirimos el hábito de contar los años. Quizá tanto que por eso queremos vivir más deprisa. Es la época de las experiencias, el tiempo no pasa más rápido pero si se viven muchas más cosas. Y claro, con tantas cosas, a poco que echas la vista a ayer, parece que pasó una semana entera, que solo fue un día, y una vez más, el tiempo no pasa.

Después cumplimos 18 años, llega la universidad (o el FP, o repetir, o trabajar, o estar en casa rascándose los Franciscos. O las Patricias) Sea como fuere nos damos cuenta de que corrimos mucho pero no era para tanto, que lo de ser adulto, no da ni superpoderes, ni nada por el estilo. De un día para otro resulta que seguimos siendo iguales, pero adultos. La diferencia es mínima, pero a partir de ahí, seremos adultos. Se pueden añadir más adjetivos, haya ustedes, pero adultos semos.

Entonces empiezas a contar los años, por primera vez en tu vida, del derecho. 19… 20… 21. Y pensar que hace tres años tenía 18 y estaba saliendo del instituto, y ya acabé la carrera. Dirán algunos. 22. 23. (Aplicarán lo mismo los licenciados.) 24. 25. De pronto te sorprendes de que ya pasaron 7 años. ¡SIETE! Desde los 18. Imagínate, de los 11 a los 18 también había 7, y parecieron una eternidad… Y Dios… 14 años desde que entré en la ESO. Madre mía, pero ¿Qué ha pasado? 26. 27. 28. De pronto ya estás trabajando. (O eso espero, que hace ya años que acabaste la carrera. ¡NO ME LO RECUERDES!) 29. 30. Probablemente de la pandilla de la universidad ya queden pocos en contacto, y la mitad ya están casados. ¡Imagínate! Chindasvinto casado con Fulanita. (Que era una fulana en sus días, y ahora, casada) Y Menganito ya se divorció, con dos hijos a cuestas, a hipoteca por cabeza. 31. 32. 33. De pronto te ves preocupándote por tus padres, que ya tienen achaques y no se toman las pastillas. ¡Pero si ayer les escuchabas decir eso de la abuela a ellos, sin hacerles mucho caso! 34. 35. 37. 39. CUARENTA. 45. 50. 55. SESENTA…


Que si que sí, que se de sobra que os habéis dado cuenta. Sabéis que exagero pero no tanto, veinteañeros. Empezáis a notar que la cuesta empieza a inclinarse, y que va todo más rápido. (Pasen o no tantas cosas.) Que uno dice más veces ‘’parece que fue ayer’’. ‘’Que los años se van volando’’. ‘’Que el otro días estábamos empezando’’.  Hasta olvidaste algunos nombres.

Pero… ¿Qué le pasa al tiempo? ¿Por qué pasa más rápido?

Vamos, que de seguir así y si percatarme, al acabar este escrito dejaré la dentadura postiza en un vaso. Incluso estoy pensando que, teniendo en cuenta que esto llevaba un par de días queriendo salir de mi cabeza, y se fue atrasando… Si me despisto se va conmigo a la tumba… ¡Quién sabe! Es más, y puestos a exagerar, empiezo a tener miedo de que los achaques acaben conmigo antes que yo con lo redactado, y sólo queden sus últimas palabras rebotando en una caja de pino barnizado mientras el tiempo echa sus últimas paladas de tierra sobre mí. 

¡Y tan siquiera pude decirle a nadie que poner en el epitafio! Es más, ni lo pensé. Aunque a mi cerebro de muerto se le acaba de ocurrir algo. ¡Después de tanto tiempo! Ya ni me acordaba…

R.I.P.
Javier Blanco 1989 – 20…
Vivió, hasta que empezó a pensar en el tiempo.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Cuando la pupila se convirtió en memoria

Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Aunque soy amante de la palabra, no soy nadie para negarlo.


El ojo recoge cada dia cientos de miles de millones de imágenes
que sería absurdo tratar de transformar en un simple número de palabras.

Figúrense entonces, si una sola palabra puede hacer teblar nuestros instintos
si una imagen puede sobrecogernos hasta marearnos


¿Qué ocurriría si expresásemos la fuerza de todas nuestras palabras, la emoción de todo lo que hemos visto, en un solo acto?

Suena como algo imposible, ¿eh?

Imposible significa nada si se trata de ciertas miradas.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Confesiones halógenas de un esquizoide en la sección de refrigerados.

Sabía que acabaría confesando esto, pero no creí que fuera tan pronto. Y ya ves, un día cualquiera, nublado, con lluvia, ligeramente tedioso diría, por la cantidad de tareas y compromisos que le ocupan. Aquí me hayo, gastando valiosos minutos en esta, créanselo, totalmente verídica confidencia.


Ocurrió donde menos lo esperaba. Y dentro de donde menos lo esperaba, en la sección menos adecuada. Sí, sí, fue en el Carrefour, (esa cadena de hipermercados que no para de comerse otros hipermercados) y que últimamente toma demasiado protagonismo en mi vida. La mitad de mi vida social la hago allí. Si a eso le suma la culinaria, que ocupa un sector no poco importante, pues ya va cobrando más relevancia todavía.

Sección de frío, fresco, refrigerados; que no congelados. Es decir, la sección que, será la cercanía a las temperaturas bajo cero, me lleva a un estado de slow-motion, que no stop-motion, donde puedo pasar interminables minutos observando yogures, natillas, biofrutas, biobifudus, bioactimelesbifidados y cualquier otro mutante de la genética. (Para cagarse por la pata abajo, con perdón.)

En este momento el lector, si es que existe, piensa: ''Vaya cúmulo de circunstancias absurdas y sin significado para el ajeno''. Ya lo sabía yo en ese momento, de ahí mi estado semivegetativo y que no me esperara nada. Estaba, de hecho, a punto de abandonar esta acaparadora sección y marcharme pitando para casa, pues como siempre, comería tardísimo.


Evidentemente, como siempre que cuando se narra algo aparece la expresión ''estar a punto de'' , ocurrió algo opuesto e inesperado. Alejaba mi vista por fin de los lacteos cuando… zas! Bueno, zas no… Tium… tu tium… Tium… tu-tium… Esos sonidos y notas envolventes. Tu tium… ‘’Don’t let yourself be hurt this time. ’’ (No lo describiré más de esta forma, lo siento - hagan click en aqui para escuchar - AQUI) Las notas iniciales de Falling, de Julie Cruise; o lo que es lo mismo, la ‘’imposible-de-no-reconocer’’ melodía que recordará cualquiera que haya visto la serie de David Lynch, Twin Peaks.

En plena sección de refrigerados del Carrefour, como ya he dicho. Ni más ni menos. Entonces sí, me quedé congelado. Se me olvido la prisa y me quede en pura quietud, tratando de comprender lo que ocurría. En estado semimistico entre semidesnatados. Alrededor no había nadie, y, no sé si era que había aumentado la luz, o que cada vez hay más productos Carrefour Discount (que tienen envoltorios blanco-aséptico) pero juraría que dominaba la escena una especie de halo.

Y no, no, nadie presente, ni una persona. Ni conocida (lo dicho, hago vida social en el Carrefour) ni desconocida. Yo, la música, y el halo. Estuve seguro que en ese momento aparecería un hombre gigante y me diría algo ininteligible pero que marcaría un punto de inflexión en el día. (O quien sabe, incluso en mi vida.)

Pero, señores, les estoy contando hasta ahora puros hechos reales asique, no, no apareció ningún gigante, siendo lo más grande que ví una tarrina de litro de yogurt de frutas del bosque.

No me lo compré, pero sí hubo punto de inflexión. Todo aquello me hizo sentirme insignificantemente pequeño, y desterró a la humanidad de su egoísta superioridad sobre demás seres vivos. (Y menos mal que lo más vivo que había allí eran los bífidus.)

Llegué a una convicción; tenía que confesar. Si en el universo existe un equilibrio entre el bien y elmal, era ley de vida hacerlo. Escapé del hipermercado como alma que lleva el diablo, en una especie de ‘’fire walk with me’’. Y me ardían los dedos por llegar a casa y confesar esto.

Ayer, tras la muerte accidental del salero, prevaleció en mí el peso del final de la vida. He de admitir que, sin premeditación, lo había hecho muchas veces, pero, en este caso fue todo pensado previamente e intencionado. En 1º grado.

Dispuesto a hacer la comida, me di cuenta de cuantas veces había desollado a esos aparentes seres inertes que son las patatas, patacas, potatoes o kartoffel. Quitando su piel poco a poco para , finalmente, acabar hirviéndolas vivas. Pero lo dicho, no había sido premeditado. Era y es, una cuestión de supervivencia alimenticia.

Entonces me invadió el verdadero deseo maligno. Seguro que a más de uno le habrá pasado. Un repentina sensación de hacer algo malvado que, finalmente, el sentido común reprime. Mas esa vez... Esa vez tenía que hacerlo.

Lo confieso. Cogí el cuchillo. Y no solo eso, apuñalé cada una de las partículas de almidón de su frágil cuerpo, no exento de alguna forma de vida.

Sí, lo confieso, yo apuñalé a la patata.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Tragedias cotidianas

Les informo de la tragedia ocurrida a las 13:30 horas del domingo 07 de Noviembre de 2010, en Santiago de Guayaquil, horas después de dejar de ser territorio vaticano.



Disponiendome a limpiar la encimera y apartando para esto los objetos que sobre ella reposaban, fue concretamente en el traslado del salero azul, que tantos años y en tantos platos nos ha acompañado, cuando este golpeó ligeramente su azul barriga contra el respaldo de una silla. En este tan inocente golpe nadie pensaría la desgracia, pero, súbitamente, con cierto retardo tras el impacto, la sal se calló al suelo. Se le había roto el culo. A pesar del titánico intento de trasladarlo rapidamente a su encimera de origen, donde se derramó el resto de la sal, ya era demasiado tarde.

La cocina se ha quedado extremadamente salada, y se ríe de mi como un mal chiste, pero, esto es una total tragedia.

Tras varios intentos de reanimación, tratando de frenar la sal-orragia, entre cola del carrefour y mucho ingenio para unir sus decenas de pedacitos, he tenido que darme por vencido.

Se procede a la limpieza de la sal, y a la reposición temporal por el salero cutre de plástico de la balda de cosas no usadas, a la espera de ser repuesto por un salero de tiendas orientales, hoy cerradas ante tal desgracia.

No sonarán campanas, pero si lo harán las cucharillas.

Adios salero. Los cuatro inquilinos del piso, el menaje de cocina, la gallina que guarda los huevos e incluso el azucarero te echarán de menos.


PD: Esta entrada está dedicada a todos los saleros que han roto en el mundo durante las 8 horas de la visita del papa a Santiago.La cifra asciende, oificalmente, a 674. Pero eso solo son los datos oficiales. Con ese dinero se habrían comprado cientos de miles de ellos.

domingo, 31 de octubre de 2010

Upside Down


Recojo un entramado de rutinas y banalidades, y lo mezclo con unas aficiones, hobbies e intereses.
Le añado algún secreto, alguna herida interna, algún vicio oculto y un poco de pasado.
Entremézclo con una serie de valores e ideales. Con convicciones.
Adquiero necesidades y amistades, creo lazos resistentes, pero que no se rocen.
Entretejo todo, día tras día, enlazándolo, trenzándolo, poniéndole un nudo, otro nudo. Llenándolo de organización, de objetivos cumplidos y de errores que motiven a seguir luchando.
Enhorabuena, con todo ello has formado la coraza más resistente que jamás un caballero haya podido llevar. Eres invencible.
Olvídate de ataduras y de miedos, con tremenda armaduras puedes ir donde quieras. Eres invencible.
Pero. ¿Es libre el invencible?
A veces es necesario un corte, un golpe… un daño que, fuera de demostrarnos nuestras debilidades, sería la demostración de nuestra fortaleza.
Me gustaría un pedacito de humanidad, pero jamás podré adquirirla si va más allá de mi el daño.
Por eso, lo siento futuro. Lo siento.
Me conozco demasiado.

jueves, 28 de octubre de 2010

Pergaminos voladores impuntuales


El que no corre vuela. Curiosamente, nunca he sentido deseos de volar. Es decir, estaría bien, sentir la sensación de libertad, tocar las nubes, verlo todo desde tan alto, sentirme grande respecto al mundo. Si sé que estaría bien es porque lo he pensando, y si lo he pensado, ¿es porque lo he deseado? No exactamente, simplemente sale en conversaciones, otros dicen que a veces sueñan que vuelan, que les hace felices, y sí, entonces lo planteo… estaría bien.

Pero nunca he soñado con volar. Lo único que vuela es el tiempo ahora mismo, y mientras, yo corro. (Porque o vuelas o corres, asique no me queda otra.) Corro a clase, me levante cinco minutos antes, diez, o quince. Siempre me las apaño para salir demasiado tarde. Dos kilómetros a la facultad… la clase empieza a las… 9 y 15… Uhm. Salgo por el portal. ¿Qué hora es? ¿¡Las 9 y 08?! Entonces corro. No se me ocurre ni deseo volar. No se me pasa por la cabeza porque supongo que no lo haría aunque quisiera. (Mayormente no puedo.)

Y en cada clase, un trabajillo extra. Una exposición aquí, un resumen allá. Un curso de enfermería al que me apunté el mes pasado. ¿En qué estaría pensando?.Un examen. Tres exámenes. Tantas cosas. La mañana se va entre clases y seminarios, siempre llegando tarde y corriendo. Haga lo que haga. La tarde se va entre apuntes. A veces nado (no, no vuelo, nado para estirarme… el único fluido donde podemos flotar sin complicarnos la vida es el agua.) porque si no me da la sensación de que me encojo, me encorvo, me encurvo y me encasqueto delante del escritorio.

Estoy motivado, aprendo la ostia de cosas en poquísimo tiempo.

Sí, cada día parezco más un pergamino, más escrito, más amarillento, mas doblado sobre mí mismo, mas abandonado en mi estantería. (¿Quién no tiene una estantería llena de pergaminos? Yo no, la verdad)

Asique hace tiempo que no me ocurre nada a parte de aprender psicología. Me encanta aprender psicología, llevo un mes y estoy entusiasmado… pero, ¿y lo demás? Hace tiempo que no me pasa nada. Bueno, unas semanas…

La anécdota más curiosa que puedo contar es haberme comido un helado a las 4 de la mañana caminando por la zona vieja de Santiago. Por la temperatura externa, frío-frioso, el helado me sentó mejor que nunca.

No tengo tiempo de que me pasen cosas.

Mientras tanto la inspiración, la imaginación y la desintegración se disparan. Quiero hacer tanto cuando no tengo tiempo para hacerlo. ¿A que eso le suena a muchos?

Cualquier día me sorprenderé a mi mismo queriendo volar, o, lo que es ¿peor? ¿Mejor? En fin. Soñando que vuelo.

(Oh, y tengo que hacer un trabajo del psicoanálisis. Echo de menos soñar que aprendo.)

PD: A partir de mañana empiezo a improvisar.

domingo, 10 de octubre de 2010

Tan absurdo como un cerrojo sin puerta, una puerta sin nada que cerrar


El único hombre libre es aquel que rompe las cadenas de los prejuicios.

Pero el hombre libre sin espíritu crítico vaga perdido en la imensidad de la libertad.

Entonces el hombre se confunde, y mezcla lo crítico con los prejuicios, y es cuando encuentra lo que cree un rumbo, en realidad solo forma el área conocida por la que le permite deambular su cadena.

Tenemos que hacernos pequeños para poder vernos grandes.

Y nunca lo olvidemos, jamás seremos nosotros mismos solamente con nosotros mismos… Pero por ahora, cito a un amigo;

- Yo nunca fui lo que soy, con nadie.

martes, 5 de octubre de 2010

El atemporal esturnudo callejero

La lluvia llamó de nuevo a las puertas de Santiago. Ante tremendo estruendo los artistas callejeros llevaron la música a otra parte, guardaron la caja de pinturas o renunciaron ante unas acuarelas demasiado aguadas. Tan siquiera se ven juegos malabares, o columnistas de la melancolía bajo árboles o piedras centenarias.

Ya no resuenan las monedas.

Todo lo que me gusta de esta centenaria ciudad, la viva vida de sus calles, desaparece.
La rutina se llenó de paraguas, que, como si sirvieran para proteger de un sol inexistente, desaparecen por las noches. Ni paraguas ni paraguantes, todos se recogen del frio, del agua o incluso de ellos mismos.

No es lunes, ni martes, ni miércoles. No es jueves ni viernes. Tampoco es sábado. Es decir, ni siquiera es domingo. No es ningún momento sino un lugar.

Sin embargo, no salí ayer al sol, ni hoy con la multitud de paraguas. Ahí estoy yo, tocando la sonata nocturna de los charcos con un paso decididamente lento, estandarizadamente aleatorio. Pintando suelo y calles de amarillos y naranjas faroláceos. Haciendo malabares con las gotas que rebotan en mi pelo, en piel o en el propio suelo.

Calado hasta los huesos.

Deshaciéndome del refugio de mi mismo, de algo así como cartón piedra. Ni el mío ni el de nadie son impermeables.

Columnista de la melancolía y fiel seguidor del estornudo y su familia; ese que, cuando los músicos me reclamen su lugar, los pintores sus pinturas, los malabares sus piruetas y los melancólicos sus columnas, me hará sonreír de gusto, del recuerdo del pasado y su noche, el presente y el sol, y, aunque para entonces ya haya curado, del futuro y su empapado ‘’nosequé’’.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Ruinas de un diálogo.


- Sabes, sonará tópico, pero incluso en el mejor de los días, en el momento menos inesperado, de pronto, me siento absolutamente solo.
- Y tú sabes que no lo estás.
- Creo que no lo entiendes. No sé cómo expresarlo. Todo va bien, y, la siguiente bocanada de aire se carga de plomo, de uranio y de cicuta, es como si me pesaran los pulmones, como si se envenenara el corazón. Una sensación extraña, pero hace tiempo que viene a visitarme. Sobre todo al final del día.
- Quizás sea ansiedad, ese miedo a la llegada del sueño, a lo desconocido, el miedo interno a no despertar más.
- No tengo miedo a lo desconocido, ni a la muerte. Ojalá fuera así. Creo que le tengo miedo a la vida.
- ¿Pero es ansiedad lo que sientes?
- Algo así, pero de otra forma. Es innegable que bastante tiene que ver, pero, es algo más. Lo que te digo, una sensación de soledad absoluta. Estoy seguro de que muy poca gente la ha llegado a sentir.
- Eso crees, pero, no estás dentro de los demás, no puedes aventurarte al egoísmo de creer sufrir sentimientos que otros no tienen. Pecas de egoísmo emocional.
- Quizá, ya sería lo que me faltaba… Un sentimiento insoportable y egoísmo de adolescente incomprendido. Pero no creo que sea así, puede que si, pero no lo creo… simplemente desearía que nunca nadie sintiera eso.
- Todos nos sentimos solos alguna vez. Pasa el tiempo y nos damos cuenta de que no es así, y aunque en algún momento lo sea, seguimos adelante.
- Ya, pero, es una soledad diferente. Durante muchos años me he acostumbrado a ella, a la soledad. A veces la he disfrutado, a veces me ha dolido. Pero esta es diferente. Es, como te digo, solo un instante. Un agujero negro de micras de segundo que parece alargarse varios minutos. Pero no acaba de tragarme y eso es lo peor.
- ¿Desearías a caso que te tragara?
- No, claro que no. Pero, a veces es peor un sentimiento a medias que uno acabado. Este desde luego no acaba ahí, cada vez se muestra más, pero nunca acaba. Es como si escapara a una verdad que parece chocar contra mi cara, pero no fuera consciente de ello.
- No acabo de entenderlo…
- Piensa por ejemplo en la persona que más amas. Un amor platónico. El día menos pensado se acerca a ti, se sienta contigo en el autobús, en el cine o en el asiento de al lado de clase. Te mira y tú te mueres por dentro, y, cuando vas a decir algo, cuando por fin reaccionas, después de pensarlo todo mil veces, ya es tarde, muy tarde.
- Me hago una idea… algo así como poner la miel en los labios. Pero, ¿qué tiene que ver el amor con la soledad? Desde luego no describes ese sentimiento como algo dulce.
- Lo tiene que ver todo. Amor y soledad son dragón y espada. Pero es difícil decir cual es cual, aunque parezca evidente. Si, es todo un uno.
- ¿Todo? Y que harás cuando acabes de sentir eso que dices. Cuando el agujero te trague y no te deje a medias.
- No lo se…
- ¿Seguro? Al menos que crees.
- Que le tengo tanto miedo a la vida que no puedo amar a nadie.
- No digas tonterías. A pocos conozco como tú. Te creces en las situaciones difíciles. Y sabes que no estás solo. Me tienes a mí y a mucha más gente a la que la duda les ofendería.
- Esa es la duda de hoy.
- ¿Y mañana?
- Mañana hay que vivir de nuevo. Por hoy ya he muerto.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Sed de madrugadas.

Las 5:10 de la madrugada… Aun me quedan 3 horas de sueño, que gozada. Aunque mejor me hubiera sido no haber despertado. Juraría haber oído el ruido de unos pasos, algo junto a mi puerta. Justo me cortó un extraño sueño donde un perro me olisqueaba mientras le dejaba comida. En realidad eso no es tan raro, lo raro estaba en sus ojos. Eran… humanos. Eran… sus ojos.

En fin, iré a por un vaso de agua… Si encuentro el interruptor de la luz. Ah, ahí. Dios, no veo nada. Me levanto… que pasillo tan largo para recorrer a oscuras. Bebo el agua. Para cama otra vez. Uhm… juraría a ver oído arrastrarse algo bajo la puerta. Enciendo la luz del pasillo.

Una carta a estas horas. Entonces debo seguir soñando.

Admítelo, ¿qué importa ya? Ves el pasado con unos ojos que ya nada tienen que ver con aquellos a los que mantuve tanto tiempo la mirada. Pero eso no es un problema, simplemente es la vida. El caso es que, en cierto modo, te sigues aferrando a él de una forma bastante enfermiza, dudosa, cobarde. Recuerdas la grandeza de aquellos días, de aquellas noches. Pero solo la recuerdas y ya no la entiendes. Por eso no tiene ningún sentido, por eso esa mezcla de ‘’sies pero noes’’.

Sabes, somos iguales, pero no tanto como quisimos creer. A la vez fuimos tan iguales que por eso lo nuestro nunca saldrá adelante. Incapaces de ser libres, a pesar de que, aquello que más admiré de ti, tu valentía de los primeros días, me llevó al abismo. A aquel en el que, me soltaste la mano, justo, justo, cuando iba a saltar. Porque iba a saltar.

¿Me salvaste la vida? Creo que más que eso, me tendiste una cuerda. Y la até, la até a mi pie, para sentirme seguro en tu ausencia.

Ahora estoy atado al borde del abismo, de ese del que tú hace demasiado que te fuiste. A veces me visitas, me traes algo de comida, que mordisqueo hambriento, como un animal que ya no piensa. Como el perro que tiene el instinto de amar al que le mantiene vivo, al que le da otro día más. Pero tú no eres mi amo y empiezo a tenerte recelo por mantenerme ¿vivo?.


¿Qué puedo hacer?

Esa cuerda… Cada vez que la veo me acuerdo de ti, y la verdad no tengo mucho más a dónde mirar. Podría saltar y tan siquiera lo verías. Y aun haciéndolo en uno de esos escasos momentos en que me alimentas, en el que me devuelves la fe en ti, me quedaría colgando de un precipicio como un imbécil, boca abajo, y lo más que podría esperar es que me volvieras a subir.

Me pregunto a donde te vas después de cada visita, aunque me hago una idea. Creo que estás viviendo. Disfrutando por aquí y allá, hasta que, de cuando en cuando, te acuerdas de mí hambre, o echas de menos tu valentía, juraría que se quedó en esta cuerda, que a mí me ata, y a ti te falta para sujetarte.

Cuando llegaste a mi yo ya era cobarde. Tú no lo eras. Ahora somos los dos unos cobardes y de diferentes maneras, pero al final es lo mismo. Finalmente nos parecemos demasiado y eso lo arruina todo.

Quizá deba roer la cuerda como animal que ya soy. Porque está claro, solo te interesa amarme y eres incapaz de hacerlo.



PD: Te dejo el plato de comida lleno… probablemente estarás muy hambriento.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Desequilibrios.


A veces pienso que me falta un pie. Que a mi cabeza le falta un pie.

En mi desconocimiento, me empiezo a conocer. Voy caminando, voy pisando. Todo va bien. Aquí o allá, en esto o aquello, creo que me supero de a pocos. Madurando. Eso pienso.
Soy feliz y -logicamente- es entoncescuando me cuestiono los momentos de infelicidad. Tantas son las razones para ser feliz, me digo, que no tiene ningún sentido no serlo. De pronto ¡pof! Adiós pie. Donde estaba la siguiente baldosa no hay un agujero negro, eso está muy visto y además no tengo problemas de pavimentación. El fallo es mío, el siguiente pie no sé donde se queda, pero no viene. No está atrapado en la baldosa anterior, porque no tiene ninguna razón para estarlo. No hay chicles. Pero no aparece. Una masa negra, o mejor dicho nada.

Una nada negra. A mi cabeza a veces le falta un pie, y lo más que doy hecho es vivir con ello…

(Por eso sigue sin aparecer)

domingo, 22 de agosto de 2010

Y si lo admito ahora, ¿es por egoismo?


Egoísmo. Empiezo a estar demasiado seguro de que es lo que mueve al mundo. No lo escribo ni con rabia ni como discurso de desahogo porque he vivido una situación especialmente hipócrita, injusta o poco beneficiosa para mi… Simplemente es cierto. No es siempre malo, simplemente es. Hay miles de valores positivos en las personas, y sería más útil hablar sobre ellos… (Estoy pensando qué no estaría mal empezar a pensar más seriamente en ello) Pero primero admitamos nuestros defectos.

Pienso en el egoísmo involuntario. Se nos juntan dos frases típicas.

- No lo hizo con mala intención.
- Si uno no mira por sí mismo, ¿quién lo va hacer?

Está claro. Se puede ser egoísta sin que eso implique querer hacer daño a alguien. ¿Quién dijo lo contrario? Ser egoísta y ser malvado son conceptos diferentes. Se puede ser egoísta sin ser malvado. ¿También se puede ser malvado sin ser egoísta? Probablemente, pero, estos dos conceptos van íntimamente ligados al fin y al cabo.


El caso del egoísta que no guarda mal ninguno: El egoísmo involuntario.

  • Juan padece de insomnio. Trabaja todas las mañanas y se levanta cansado. No hay cosa que le altere más que escuchar cualquier tipo de ruido, música, conversación, en definitiva cualquier sonido. Como se altera, se desvela, y no duerme. Se cabrea, pero, es tan bueno que ni protesta más que para sí mismo.
  • Su compañero de piso, Gabriel, trabaja noche si, noche no, y suele acostarse tarde porque tiene el horario cambiado. Ve la televisión, con volumen normal. Sabe que Juan anda cansado, pero nunca le ha dicho nada sobre el ruido, asique ni se le pasa por la cabeza que su compañero agonice enroscado entre las sábanas. No es culpable de nada, como mucho, de no deducir que su compañero es incapaz de dormir. No exijamos tanto.
  • Juan vuelve al mediodía de trabajar, y Gabriel, después de comer, se echa una siesta. Gabriel viene y le pide a Juan que por favor, baje un poco el volumen de la televisión, que se va a echar. Juan lo baja un poco, molesto porque no escucha bien su programa preferido. Al rato lo sube, convencido de que Gabriel duerme profundo y no vendrá.



El caso del que es malvado sin ser egoísta: Algo no funciona.

- Hacer mal a alguien no está, por suerte, bien visto. Siempre que alguien hace daño a otro, se busca una razón; que en última instancia lleva a un punto egoísta.


  • Si odias a alguien hasta dañarlo – sientes el placer de haberlo dañado. Otras veces por suerte viene el remordimiento y arrepentimiento, y aprendes algo.
  • Si robas a alguien – sientes que consigues algo que anhelas.
  • Si insultas a alguien – te desahogas.
  • Si engañas al seguro – ganas dinero.
  • Si pones la música alta para molesta al vecino – Te resarces de sus protestas.
  • ETCÉTERA
Si dañas sin buscar ningún beneficio propio… Porque sí, sin más, algo falla en tu cerebro. El mal porque sí se considera un desequilibrio mental, un alejamiento de la realidad.
o Dañar sin más, sin que exista una motivación, un beneficio propio visto de algún modo, es inhumano.

  • Es decir, el mal sin egoísmo, es inhumano.
  • Por tanto, el egoísmo es lo que nos hace humanos.

Y es, por desgracia, el justificante de nuestro mal. Todos los humanos somos egoístas. Es cuestión de cada uno decidir límites y tipos. Pero, para eso, primero habría que admitir nuestro egoísmo.

Entonces llega un concepto nuevo: la ironía.

El caso es que, por regla general somos demasiado egoístas para admitir nuestro propio egoísmo.

Y admitirlo sería el primer paso para darnos cuenta de que no es tan malo, pero... esto es un secreto.


Imagen: selfish by antontang
La 2º es mía.

martes, 17 de agosto de 2010

La botella.


Enseguida me tacharon de loco, de intento de soñador visionario. ¿Qué sentido tenía hacer algo de tales dimensiones?
- ¿Qué sentido tiene? – Grito de pronto, para comprobar la compañía de mi propio eco.



***

Miraba al horizonte. ¿Qué sentido? Era inevitable recordar todas las botellas que envíe hacia aquella linea lejana. Hacia la nada desconocida. El mejor pozo para la esperanza. ¿Qué hay más allá? ‘’Un pozo’’ Me respondía a mí mismo. ‘’Puedo tirar todas las botellas que me plazca, como piedras en un agujero infinito. ¿Esperando algo de vuelta? ¿Lo qué? Tendría que tirar miles de piedras en un gran hoyo para que, una vez lleno, pudiera recoger tan solo la última.’’

‘’Podría mandar cien mil botellas al horizonte que jamás volverá una respuesta de vuelta. ’’ Tan siquiera mi propia pregunta volvería. Eso escribí en la última. Desde que lancé aquella botella, con todas, literalmente, todas mis fuerzas, todas mis esperanzas, me aqueja un constante y sordo tirón en el brazo. Probablemente psicológico, pero ahí está. Es mi dolor.

Fue con ese tirón cuando me vino la idea. Dejé la vista clavada en el sol, que comenzaba a esconderse bajo el mar. Tras el horizonte.
‘’Si las botellas… si las respuestas a mis botellas no cruzan de vuelta el horizonte…’’

La vista se me empezó a nublar por mirar al astro rey fijamente. Se lo dañino que es hacerlo, pero en ese instante tan siquiera lo pensaba. Era yo, paralizado, sintiendo la línea del horizonte como algo al alcance de la mano.

Segundo tras segundo, la pequeña mancha negra iba en aumento, hasta que pude sentir como un agujero negro me tragaba. Creo que me desmallé. No lo sé muy bien. El caso es que por un instante lo último en desaparecer fueron los extremos de aquella línea infinita y lejana, y sentí, creedme, lo sentí de verdad, estar al otro lado del horizonte.

Allí todo era oscuro, mas lleno de brillos flotantes. ‘’Botellas’’ Debí susurrar tirado en la arena de la playa. De mi cuerpo apenas notaba más que un ligero cosquilleo en las manos. Como cientos de veces en mi vida, lo interpreté como una señal, y, antes de que este hormigueo desapareciera, estiré la mano y agarré algo. Cilíndrico y frío. Sobre lo que vino a continuación no recuerdo mucho más.

Unos minutos más tarde, la bruma empezó a despejarse. Primero en la periferia, luego hacia el centro, podía ver de nuevo. La playa, el atardecer, el horizonte. Tan, tan lejano.

Apreté mis puños. Solo uno. En el otro, había una botella. Me levanté de golpe, con el corazón compitiendo en plena carrera de caballos. ‘’Absurdas casualidades’’ Susurré tembloroso. En cuanto vi que contenía un mensaje me tragué una bola de mis ‘’absurdas palabras’’ en forma de saliva.

Tardé en abrirla. La miré desde todos los ángulos, estudiándola desde fuera como si aquello fuera a revelar algo. Lo único que logré fue una extraña familiaridad con aquel vidrio verdoso.

Por fin saqué el corcho y deslicé el pequeño rollo de papel por la boca de cristal. No acababa de atreverme a abrirlo.

Miré una vez más la botella, interponiéndola entre mis ojos y el sol, viendo el mar, el cielo, el horizonte, todo verde. Tan verde que por una vez, creí entender el verdadero valor de la esperanza. Fui fuerte.

Abrí el rollo, con dedos torpes. Ni me fijé en la caligrafía. Leí.

‘’Podría mandar cien mil botellas al horizonte que jamás volverá una respuesta de vuelta. ’’


Sonreí derrotado. Menuda ironía. Me senté en la arena con la cabeza gacha, y volví a jugar con la botella y el sol, con mi ficticio mar verde.

‘’Si las botellas… si las respuestas a mis botellas no cruzan de vuelta el horizonte…’’

Esa tan siquiera lo cruzó de ida. ¿Por qué seguía intentándolo? Ya había comprendido su inutilidad. No llevaba a ningún sitio. Era, sin duda, un gesto romántico. Nada más. Fue en su momento un pozo de esperanza, pero, ahora… ¿Las mandaba quizá, porque, una parte de mi sabía que jamás llegarían a nada aquellos mensajes? Si lograsen su cometido, ¿qué haría después? ¿Temía cumplir del todo mis anhelos?
Me sentí desolado. ¿Era esclavo de mi propia y falsa esperanza? Un marcapasos con una carcasa de un verde apagado… ¿Cómo había llegado a eso?

‘’Si las botellas… si las respuestas a mis botellas no cruzan de vuelta el horizonte…’’

Era hora de reaccionar. De ser sincero conmigo mismo. Pero… ¿Cómo? Al final era la eterna pregunta, la infinita falta de respuesta. Encontraría otro engaño para mi alma. Para mis principios. Los tendría anestesiados en otro gesto de romanticismo de tres al cuarto.

Dejé la cabeza en blanco y miré el interior de aquella botella, donde el mundo era falsamente verde. Donde era creíble que, más allá del horizonte, me esperaba un mar lleno de mensajes para mí.

‘’Si las botellas… si las respuestas a mis botellas no cruzan de vuelta el horizonte…’’

El sol iba desapareciendo, y con él, el verde se apagaba poco a poco. Mi corazón se encogió.

- No puedo. – Grité a la botella. – No puedo ver morir poco a poco mi propia esperanza. En mis narices – Terminé susurrando, casi al borde del llanto.
Fue justo en ese instante. Viviendo los últimos latidos del mundo verde. Era hora de hacer algo. Algo de verdad.

Me llevaría un tiempo, meses quizás.

Recogí, en los siguientes, bolsillos y bolsillos de arena, que acumulé y guardé de forma secreta.

Busqué un trabajo en una panadería, la más grande de la ciudad, quemándome cada noche ante el calor los enormes hornos industriales.

Visité bibliotecas, fraguas. Me informé. Era probable. Era posible.



***

Todavía puedo ver los rostros incrédulos cuando, de un camión alquilado, la dejé caer al mar. Pero no me importan ni caras ni palabrerías. Ni que me techen de loco. Yo cruzaré el horizonte.

Cojo un poco de aire y en un suspiro, dejo que mi aliento empañe el cristal, el que tinta el mar de verde. En el vaho escribo mi mensaje. ‘’Esperanza.’’

Lo veo borrarse poco a poco, pero no me importa; no necesito palabras. No puedo evitar sonreír. Yo soy el mensaje. Dentro de mi propia botella camino del horizonte
.

domingo, 8 de agosto de 2010

Lluvias lunáticas.


''Una vez más, me habia enamorado como un lunático, pero la cobardía me devolvió la cordura (si no fue al revés)''


Como otras tantas veces que la lluvia me retenía en casa, pegado a la ventana, leía las hojas, de forma azarosa, de la libreta cuadriculada en la que a modo de diario, agenda y quien sabe que más, escribo cualquier cosa, cuando me viene en gana.

Entre eso y las vistas a la calle, ocupo una media hora o una completa a lo sumo, hasta que mis ojos se cruzan con un transeunte o una frase que me hace reaccionar, o me ensimismo en mi propia realidad, en la que es dificil saber si llueve o no.

Es una lluvia de primeros de Octubre y aun no se atreve a hacer demasiada presencia el frio del invierno. Pienso, entonces, que es el momento perfecto para limpiarme la rutina, renovarme gota a gota y respirar de verdad, sin coger una pulmonía. Es decir, de calarme hasta los huesos porque sí.

Hasta que me freno a mi mismo. ''Quieto hombre...'' Me digo. ''Realmente no lo harás, pondrás una mueca que roza la sonrisa, sí, pero seguirás ahí, sentado. Quieto.'' Pero esa mueca-sonrisa se inercambia por una de rabia e impotencia. ''¿Ni soñar puedo ya?'' Ofendido, pego mi cara a la ventana y me agarro al alfeizar con mucha fuerza, como tratando, aunque sea por venganza, de convencerme para bajar.

Entonces los enfoques cambian, y la lluvia que se desliza por el cristal pasa al primer plano. Una pequeña y brillante gota deforma todo a través de su diminuto cuerpo, que, valientemente, se desliza vidrio abajo. La sigo, admirado por su osadia. Desciende, crece, desciende, crece. Cuanto más se atreve a descender, más crece, y más rápida es su osada marcha. La caida hacia la calle.
''Si esque hasta una diminuta gota...''

Y un sentimiento de tragedia corta el pensamiento. Justo antes de perderse más allá de la ventana, en la perspectiva de la gota frente a la calle, esta baja como un pequeño torrente. O no tan pequeño. Mi corazón se agita ante tan irónico suceso.

''¡Esa chica va a ser aplastada por la gota gigante!''

Terror que pronto evoluciona a un menos surrealista temor.

''La pobre se va a empapar con la gota gigante''

Y que finalmente desemboca en una simple y realista verdad.

''Por suerte ella es ajena a mi estupidez.''

Pasado el susto, lejos de cesar mis palpitaciones, estas crecen mientras observo a la joven; al mismo tiempo, mis ojos se van abriendo como platos. Paelleras, incluso.

Indiferente al resto del mundo, que se resume en un pequeño riachuelo de paraguas generalmente negros, o de gente corriendo y refugiandose en portales, ella permanece en medio de la acera, sin avanzar. Poco a poco, va acuclillándose, dando la sensación de que fuera una niña pequeña, desprotegida, que no puede aguantar más y se va a orinar.

Se que el corazón no palpit por vulgaridades (pues ella es adulta) y pronto lo confirmo al ver como comienza a desatarse los zapatos, de charol negro, que parecen sacados de otro tiempo. Al tener que hacer fuerza para sacarlos, se sienta en el suelo mojado, y tras dos fuertes empujones,
descubre al mundo dos calcetines rojos, que iluminan lo gris del día.

Finalmente, se recuesta sobre la acera y sus labios se encienden, como su sonrisa, y su cara, tan llena de vida. Abre, cada vez más, los ojos, dando la sensación de que poco a poco el tiempo se detiene. De pronto puedo pensar.

''¿Bajarás?''

La lluvia cae a cámara lenta.

''¿Junto a ella?''

Su sonrisa se congela y el rio de paraguas, casi negro, queda suspendido mientras, desde alguna ventana, una señora de bata verde y rulos rojos tiene el dedo paralizado sobre el botón de PAUSE de un mando con pocas pilas.

''¿A la lluvia?''

Busco entonces, de reojo, la libreta, pero no la veo. Cuando me doy cuenta, un FAST FORWARD empuja con violencia a la lluvia, convierte el rio de paraguas en un torrente y la levanta a ella, haciendo que se mezcle entre la multitud, empapada, bajo un paraguas rojo.

''Correr ahora sería tan inútil como haber dudado hace un instante''

Vuelvo a mirar de reojo a la libreta. Por suesto, ahora si que está. Abro una pagina en blanco, al azar, y escribo:

''Una vez más, me habia enamorado como un lunático, pero la cobardía me devolvió la cordura (o viceversa)'' Octubre de 2010.



Imagen: Red umbrella de january77