miércoles, 26 de enero de 2011

La Chalada

Yo soy la Chalada. Y tú eres tú. La gente como tú, seas de los malos, de los buenos o de los demás, son los que empezaron a llamarme así. Creo que empezaron los malos, pero yo me enteré por los buenos. Que ahora yo me llame a mi misma por este mote puede resultar curioso, pero ha pasado casi sin querer. Empiezas usándolo de chiste con amigos, para acabar bromeando contigo misma, hasta que de pronto pasa. Te percatas un día, sin más. No al decirlo en alto con otra gente, sino al utilizar ese nombre para pensar en ti misma.

Me acuerdo muy bien del día en que me di cuenta. Estaba en la parada del autobús urbano, en la Plaza de Galicia. Como es habitual en mi, esperaba paseando de un lado a otro y estaba en la inopia, no sé si en blanco, o pensando en mis cosas. En resumen, llegó el autobús, me subí, y tras meterse por varias calles equivocadas, caí en la cuenta de que me había subido al autobús como un robot, sin tan siquiera mirar cual era. Primero mi cabeza buscó algunas justificaciones tontas de porque mi autobús estaba yendo por donde no era, pero, evidentemente yo la que no iba en la línea correcta. Entonces mi cabeza dijo.

- ¡Chalada! ¡Estás tonta!

Y desde ese momento yo mi misma me nombro así. Hubo que asumirlo sin más. El único que se resiste, y a duras penas, es mi documento de identidad, y quien sabe, cualquier día lo cambio. Bromas aparte, está claro que le he cogido cariño al mote. Me da la impresión de que me coloca en el mundo, dándome, en cierto modo, una personalidad extra (o, por sus connotaciones, incluso más). Puedo sentirme incluso una suerte de antihéroina de lo rutinario.

Como todo apodo, tiene un origen, aunque a pesar de lo interiorizado de este, apenas se remonta unos años atrás. No viene de la infancia, ni muchos menos. Me lo pusieron en el barrio. Supongo que al poco de mudarme aquí. Cuando salí del manicomio de Conxo, me habían encontrado un trabajo a media jornada en esta calle, y decidí alquilar un piso en la misma. Lo del manicomio es otra historia, y la verdad, tampoco tiene mucha relación con mi apodo. Al menos directamente.

Lo de Chalada, al menos es a la deducción que llegué con Laura, es por mi aspecto. Laura es mi compañera de caja en el supermercado. En resumen se podría decir que doy imagen de loca. La verdad, nunca había considerado que existiese un ''aspecto de loco'' en particular, pero lo acabé entendiendo.

Tengo cuarenta y tres años y como tantos sus arrugas. Hasta aquí no hay problema. Tengo canas. Me empezaron a salir con 20 años, y a un ritmo constante. Creo que por los agobios, pero eso también, es otra historia. El caso es que nunca me he teñido, y tampoco me preocupo mucho por la peluquería, menos aun por los tintes. No lo acabo de entender. Pintarse el pelo no  me tiene demasiado sentido. Creo que nadie se pinta la piel si no le convence su color, ¿Por qué el pelo sí? ¿Solo por el hecho de que es factible? Total, que tengo el pelo gris, rizo, y un poco disparado, porque lo tengo muy fuerte. A mi edad, al parecer, es pelo de persona loca.

También dicen que me hace más mayor.  No sé porque lo dicen, si nunca me han visto de otra forma. Laura trató de aclarármelo. Lo intentó con comparaciones con otra gente, pero no me quedó muy claro. ¿Mayor que las chicas jóvenes del barrio? Bueno, realmente, es que lo soy. Me hace de mi edad, que es lo lógico.

Pero hay más cosas. Soy extremadamente tímida y aunque eso no cuenta como imagen, algo tiene que ver. Por tímida, casi podría decir que casi nunca hablo con nadie, pero a día de hoy si tengo que hablar, hablo. Sin más. Con educación. La parte ''complicada'' de mi timidez nunca salió de Conxo. El caso es que, como nunca he desarrollado mucho mi yo social, ni he hecho las típicas cosas que ocupan las conversaciones, pues no tengo mucho que contar. Es decir, creo que no soy una persona divertida, como Laura, que siempre tiene la anécdota perfecta o el comentario apropiado guardado en la recámara. Le salen solos, como si fuera cosa de darle a un botón. Yo escucho, y por lo demás, hay hasta a quien le pareceré sosa. Supongo que por eso, y porque soy de las que cree que, cada uno a su manera debe darle un poco de alegría al mundo; lo único que se me ocurrió es vestir con colores vivos. Y a mí me gusta.

Desde que lo empecé a hacer, me da la impresión de que la gente me escucha con más predisposición a entretenerse. Pero al parecer, es otra de las razones por las que salió el mote. En palabras de Laura ''hay gente a la que, llevar más de tres colores diferentes encima, les parece una completa locura''.

Por último, pues además creo que fue la última de las razones detonantes; padezco insomnio de conciliación. Tiene que ver con las canas y con la ropa. O sea, con los agobios y la timidez. Es una historia larga. El caso es que, por una cosa u otra, me cuesta apagar el cerebro.

Desde que tengo memoria, mientras camino, me relajo. Yo creo que es porque uno aprende a caminar antes que a recordar. Así que pienso mucho menos, o, por decirlo de algún modo, pienso las cosas ''de una en una'',  cuando no me quedo  en blanco. Por eso, cuando voy por la enésima vuelta debajo del edredón, me levanto y voy beber un vaso de agua. Como no suele ser suficiente, acabo bajando a la calle a pasear. Es un barrio seguro y tranquilo. De madrugada no hay ni un alma, si acaso la de Topo, un perro que debe estar abandonado, asique no tengo reparos por bajar en bata.
En resumen, alguien debió verme y acabó por completar su opinión. Pasear cuando los demás no lo hacen, ¡qué disparate! Ese alguien lo comentó con otro, y el resto, lo de siempre.

Asique ahora yo soy La Chalada. Y tú eres tú.