La época en que cantaba todo el
día, sin parar. Todo el día cantando. Sin parar. Un día dijeron que parara y
paré.
La época en que aprendí a silbar,
y lo hacía sin parar. Todo el día silbando. Recuerdo el dolor de labios antes
de ir a dormir. Todo el día silbando, sin parar. Un día dijeron que parara y
paré.
La época en que, tras parar de
hacer muchas cosas, todo era hablar, hablar y hablar. Parlotear con entusiasmo.
Un día dijeron que parara y paré.
Paré de emitir sonidos hacia el
mundo. Hacia fuera todo era silencio. Empecé entonces a hacer ruido por dentro
(¿O ese ruido ya estaba allí? Estaba allí.) El ruido cavó sus propias rutas.
Las cuerdas vocales escaparon por la subclavia y la voz empezó a salir de mis
manos –pura sinestesia- . Silenciosa. ¿Alguna vez visteis una mano cantando?
Mis manos silbaban, parloteaban con entusiasmo.
En esa época perdí la capacidad de gritar. No se gritar. Es verdad. Porque parte de mi sistema cambió de sitio. De tanto silencio, mi voz se volvió grave, la gravedad del no hacer nada que me pudiera hacer sentir sumiso de mi obediencia. La vida secreta del silencio. La (a)callada libertad.
Tiempo: Volver a cantar, un poco.
A silbar, un poco. A hablar, también un poco. Es lo que hace la gente, de todo
un poco. Volver un poco. (A qué).
¿Mi silencio era mío? Mi silencio
era mío.
No. Aunque tardó bastante (o muy
poco). Algo (¿alguien?) me dijo que no podía seguir estando en silencio (sin
parar). Y paré el silencio. Empecé a hablar, poco a poco, a coger carrerilla (sin
entusiasmo). Aprendí a soltar un discurso constante, fluido, gracioso,
aburrido. La comodidad mundana. Un discurso que bebía directamente del mundo de
las manos silenciosas. Las manos silenciosas dejaron de emitir su ruido
silencioso.
En algún momento de ayer lo
entendí; las manos se están quedando secas. Hablo, hablo, hablo y estoy bebiendo todo lo que no
quiero para evitar la afonía. De pronto me callo, y ya no entiendo el silencio. Qué raro.
No sé ni hablar ni callar.
No sé decir que sí ni decir que
no.
Lo que siempre he hecho hasta ahora es
obedecer(me/te/le) todo el rato. Sin parar.
Y paré. Recuerdo el dolor de labios antes de ir a dormir.
Paré.
Miro a mis manos (espero), a ver si dicen
algo (espero).