lunes, 20 de septiembre de 2010

Sed de madrugadas.

Las 5:10 de la madrugada… Aun me quedan 3 horas de sueño, que gozada. Aunque mejor me hubiera sido no haber despertado. Juraría haber oído el ruido de unos pasos, algo junto a mi puerta. Justo me cortó un extraño sueño donde un perro me olisqueaba mientras le dejaba comida. En realidad eso no es tan raro, lo raro estaba en sus ojos. Eran… humanos. Eran… sus ojos.

En fin, iré a por un vaso de agua… Si encuentro el interruptor de la luz. Ah, ahí. Dios, no veo nada. Me levanto… que pasillo tan largo para recorrer a oscuras. Bebo el agua. Para cama otra vez. Uhm… juraría a ver oído arrastrarse algo bajo la puerta. Enciendo la luz del pasillo.

Una carta a estas horas. Entonces debo seguir soñando.

Admítelo, ¿qué importa ya? Ves el pasado con unos ojos que ya nada tienen que ver con aquellos a los que mantuve tanto tiempo la mirada. Pero eso no es un problema, simplemente es la vida. El caso es que, en cierto modo, te sigues aferrando a él de una forma bastante enfermiza, dudosa, cobarde. Recuerdas la grandeza de aquellos días, de aquellas noches. Pero solo la recuerdas y ya no la entiendes. Por eso no tiene ningún sentido, por eso esa mezcla de ‘’sies pero noes’’.

Sabes, somos iguales, pero no tanto como quisimos creer. A la vez fuimos tan iguales que por eso lo nuestro nunca saldrá adelante. Incapaces de ser libres, a pesar de que, aquello que más admiré de ti, tu valentía de los primeros días, me llevó al abismo. A aquel en el que, me soltaste la mano, justo, justo, cuando iba a saltar. Porque iba a saltar.

¿Me salvaste la vida? Creo que más que eso, me tendiste una cuerda. Y la até, la até a mi pie, para sentirme seguro en tu ausencia.

Ahora estoy atado al borde del abismo, de ese del que tú hace demasiado que te fuiste. A veces me visitas, me traes algo de comida, que mordisqueo hambriento, como un animal que ya no piensa. Como el perro que tiene el instinto de amar al que le mantiene vivo, al que le da otro día más. Pero tú no eres mi amo y empiezo a tenerte recelo por mantenerme ¿vivo?.


¿Qué puedo hacer?

Esa cuerda… Cada vez que la veo me acuerdo de ti, y la verdad no tengo mucho más a dónde mirar. Podría saltar y tan siquiera lo verías. Y aun haciéndolo en uno de esos escasos momentos en que me alimentas, en el que me devuelves la fe en ti, me quedaría colgando de un precipicio como un imbécil, boca abajo, y lo más que podría esperar es que me volvieras a subir.

Me pregunto a donde te vas después de cada visita, aunque me hago una idea. Creo que estás viviendo. Disfrutando por aquí y allá, hasta que, de cuando en cuando, te acuerdas de mí hambre, o echas de menos tu valentía, juraría que se quedó en esta cuerda, que a mí me ata, y a ti te falta para sujetarte.

Cuando llegaste a mi yo ya era cobarde. Tú no lo eras. Ahora somos los dos unos cobardes y de diferentes maneras, pero al final es lo mismo. Finalmente nos parecemos demasiado y eso lo arruina todo.

Quizá deba roer la cuerda como animal que ya soy. Porque está claro, solo te interesa amarme y eres incapaz de hacerlo.



PD: Te dejo el plato de comida lleno… probablemente estarás muy hambriento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario