jueves, 28 de octubre de 2010

Pergaminos voladores impuntuales


El que no corre vuela. Curiosamente, nunca he sentido deseos de volar. Es decir, estaría bien, sentir la sensación de libertad, tocar las nubes, verlo todo desde tan alto, sentirme grande respecto al mundo. Si sé que estaría bien es porque lo he pensando, y si lo he pensado, ¿es porque lo he deseado? No exactamente, simplemente sale en conversaciones, otros dicen que a veces sueñan que vuelan, que les hace felices, y sí, entonces lo planteo… estaría bien.

Pero nunca he soñado con volar. Lo único que vuela es el tiempo ahora mismo, y mientras, yo corro. (Porque o vuelas o corres, asique no me queda otra.) Corro a clase, me levante cinco minutos antes, diez, o quince. Siempre me las apaño para salir demasiado tarde. Dos kilómetros a la facultad… la clase empieza a las… 9 y 15… Uhm. Salgo por el portal. ¿Qué hora es? ¿¡Las 9 y 08?! Entonces corro. No se me ocurre ni deseo volar. No se me pasa por la cabeza porque supongo que no lo haría aunque quisiera. (Mayormente no puedo.)

Y en cada clase, un trabajillo extra. Una exposición aquí, un resumen allá. Un curso de enfermería al que me apunté el mes pasado. ¿En qué estaría pensando?.Un examen. Tres exámenes. Tantas cosas. La mañana se va entre clases y seminarios, siempre llegando tarde y corriendo. Haga lo que haga. La tarde se va entre apuntes. A veces nado (no, no vuelo, nado para estirarme… el único fluido donde podemos flotar sin complicarnos la vida es el agua.) porque si no me da la sensación de que me encojo, me encorvo, me encurvo y me encasqueto delante del escritorio.

Estoy motivado, aprendo la ostia de cosas en poquísimo tiempo.

Sí, cada día parezco más un pergamino, más escrito, más amarillento, mas doblado sobre mí mismo, mas abandonado en mi estantería. (¿Quién no tiene una estantería llena de pergaminos? Yo no, la verdad)

Asique hace tiempo que no me ocurre nada a parte de aprender psicología. Me encanta aprender psicología, llevo un mes y estoy entusiasmado… pero, ¿y lo demás? Hace tiempo que no me pasa nada. Bueno, unas semanas…

La anécdota más curiosa que puedo contar es haberme comido un helado a las 4 de la mañana caminando por la zona vieja de Santiago. Por la temperatura externa, frío-frioso, el helado me sentó mejor que nunca.

No tengo tiempo de que me pasen cosas.

Mientras tanto la inspiración, la imaginación y la desintegración se disparan. Quiero hacer tanto cuando no tengo tiempo para hacerlo. ¿A que eso le suena a muchos?

Cualquier día me sorprenderé a mi mismo queriendo volar, o, lo que es ¿peor? ¿Mejor? En fin. Soñando que vuelo.

(Oh, y tengo que hacer un trabajo del psicoanálisis. Echo de menos soñar que aprendo.)

PD: A partir de mañana empiezo a improvisar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario