domingo, 31 de octubre de 2010

Upside Down


Recojo un entramado de rutinas y banalidades, y lo mezclo con unas aficiones, hobbies e intereses.
Le añado algún secreto, alguna herida interna, algún vicio oculto y un poco de pasado.
Entremézclo con una serie de valores e ideales. Con convicciones.
Adquiero necesidades y amistades, creo lazos resistentes, pero que no se rocen.
Entretejo todo, día tras día, enlazándolo, trenzándolo, poniéndole un nudo, otro nudo. Llenándolo de organización, de objetivos cumplidos y de errores que motiven a seguir luchando.
Enhorabuena, con todo ello has formado la coraza más resistente que jamás un caballero haya podido llevar. Eres invencible.
Olvídate de ataduras y de miedos, con tremenda armaduras puedes ir donde quieras. Eres invencible.
Pero. ¿Es libre el invencible?
A veces es necesario un corte, un golpe… un daño que, fuera de demostrarnos nuestras debilidades, sería la demostración de nuestra fortaleza.
Me gustaría un pedacito de humanidad, pero jamás podré adquirirla si va más allá de mi el daño.
Por eso, lo siento futuro. Lo siento.
Me conozco demasiado.

jueves, 28 de octubre de 2010

Pergaminos voladores impuntuales


El que no corre vuela. Curiosamente, nunca he sentido deseos de volar. Es decir, estaría bien, sentir la sensación de libertad, tocar las nubes, verlo todo desde tan alto, sentirme grande respecto al mundo. Si sé que estaría bien es porque lo he pensando, y si lo he pensado, ¿es porque lo he deseado? No exactamente, simplemente sale en conversaciones, otros dicen que a veces sueñan que vuelan, que les hace felices, y sí, entonces lo planteo… estaría bien.

Pero nunca he soñado con volar. Lo único que vuela es el tiempo ahora mismo, y mientras, yo corro. (Porque o vuelas o corres, asique no me queda otra.) Corro a clase, me levante cinco minutos antes, diez, o quince. Siempre me las apaño para salir demasiado tarde. Dos kilómetros a la facultad… la clase empieza a las… 9 y 15… Uhm. Salgo por el portal. ¿Qué hora es? ¿¡Las 9 y 08?! Entonces corro. No se me ocurre ni deseo volar. No se me pasa por la cabeza porque supongo que no lo haría aunque quisiera. (Mayormente no puedo.)

Y en cada clase, un trabajillo extra. Una exposición aquí, un resumen allá. Un curso de enfermería al que me apunté el mes pasado. ¿En qué estaría pensando?.Un examen. Tres exámenes. Tantas cosas. La mañana se va entre clases y seminarios, siempre llegando tarde y corriendo. Haga lo que haga. La tarde se va entre apuntes. A veces nado (no, no vuelo, nado para estirarme… el único fluido donde podemos flotar sin complicarnos la vida es el agua.) porque si no me da la sensación de que me encojo, me encorvo, me encurvo y me encasqueto delante del escritorio.

Estoy motivado, aprendo la ostia de cosas en poquísimo tiempo.

Sí, cada día parezco más un pergamino, más escrito, más amarillento, mas doblado sobre mí mismo, mas abandonado en mi estantería. (¿Quién no tiene una estantería llena de pergaminos? Yo no, la verdad)

Asique hace tiempo que no me ocurre nada a parte de aprender psicología. Me encanta aprender psicología, llevo un mes y estoy entusiasmado… pero, ¿y lo demás? Hace tiempo que no me pasa nada. Bueno, unas semanas…

La anécdota más curiosa que puedo contar es haberme comido un helado a las 4 de la mañana caminando por la zona vieja de Santiago. Por la temperatura externa, frío-frioso, el helado me sentó mejor que nunca.

No tengo tiempo de que me pasen cosas.

Mientras tanto la inspiración, la imaginación y la desintegración se disparan. Quiero hacer tanto cuando no tengo tiempo para hacerlo. ¿A que eso le suena a muchos?

Cualquier día me sorprenderé a mi mismo queriendo volar, o, lo que es ¿peor? ¿Mejor? En fin. Soñando que vuelo.

(Oh, y tengo que hacer un trabajo del psicoanálisis. Echo de menos soñar que aprendo.)

PD: A partir de mañana empiezo a improvisar.

domingo, 10 de octubre de 2010

Tan absurdo como un cerrojo sin puerta, una puerta sin nada que cerrar


El único hombre libre es aquel que rompe las cadenas de los prejuicios.

Pero el hombre libre sin espíritu crítico vaga perdido en la imensidad de la libertad.

Entonces el hombre se confunde, y mezcla lo crítico con los prejuicios, y es cuando encuentra lo que cree un rumbo, en realidad solo forma el área conocida por la que le permite deambular su cadena.

Tenemos que hacernos pequeños para poder vernos grandes.

Y nunca lo olvidemos, jamás seremos nosotros mismos solamente con nosotros mismos… Pero por ahora, cito a un amigo;

- Yo nunca fui lo que soy, con nadie.

martes, 5 de octubre de 2010

El atemporal esturnudo callejero

La lluvia llamó de nuevo a las puertas de Santiago. Ante tremendo estruendo los artistas callejeros llevaron la música a otra parte, guardaron la caja de pinturas o renunciaron ante unas acuarelas demasiado aguadas. Tan siquiera se ven juegos malabares, o columnistas de la melancolía bajo árboles o piedras centenarias.

Ya no resuenan las monedas.

Todo lo que me gusta de esta centenaria ciudad, la viva vida de sus calles, desaparece.
La rutina se llenó de paraguas, que, como si sirvieran para proteger de un sol inexistente, desaparecen por las noches. Ni paraguas ni paraguantes, todos se recogen del frio, del agua o incluso de ellos mismos.

No es lunes, ni martes, ni miércoles. No es jueves ni viernes. Tampoco es sábado. Es decir, ni siquiera es domingo. No es ningún momento sino un lugar.

Sin embargo, no salí ayer al sol, ni hoy con la multitud de paraguas. Ahí estoy yo, tocando la sonata nocturna de los charcos con un paso decididamente lento, estandarizadamente aleatorio. Pintando suelo y calles de amarillos y naranjas faroláceos. Haciendo malabares con las gotas que rebotan en mi pelo, en piel o en el propio suelo.

Calado hasta los huesos.

Deshaciéndome del refugio de mi mismo, de algo así como cartón piedra. Ni el mío ni el de nadie son impermeables.

Columnista de la melancolía y fiel seguidor del estornudo y su familia; ese que, cuando los músicos me reclamen su lugar, los pintores sus pinturas, los malabares sus piruetas y los melancólicos sus columnas, me hará sonreír de gusto, del recuerdo del pasado y su noche, el presente y el sol, y, aunque para entonces ya haya curado, del futuro y su empapado ‘’nosequé’’.