lunes, 12 de abril de 2010

Los platos del brujo


Aunque me encontraba desanimado, una parte de mí sabía que pronto encontraría un pedazo de motivación con el que salir adelante. No había fregado, no había hecho la cama… los calcetines se amontonaban en lugares insospechados y lo que es peor, no me apetecía cocinar.

Tenía sueño de no hacer nada. Había estado unas semanas muy ocupado en pequeñas rutinas, y cada vez que me cruzaba con Gaspar en el rellano de la escalera del edificio de enfrente, soltaba alguna que otra queja insulsa ‘’No tengo tiempo para nada’’ ‘’Estoy demasiado ocupado’’ ‘’Así no hay quien descanse’’ El edificio de enfrente tiene un portal muy viejo, que, un día, descubrí que se abría solo, sin llave. Acabó convirtiéndose en mi segunda casa, pero sin casa, donde soy un vecino más, subo, bajo, saludo y nadie se pregunta nada.

Finalmente, acabé con ‘’el trabajo que me tenía ocupado’’, escuchando el eco de mis lamentos de tres al cuarto de las semanas anteriores. Después algo se estropeó dentro de mi cabeza, la dopamina se cabreó y no quiso segregarse más.

¿Y ahora qué? Lo que me siguen son uno o dos días insípidos e improductivos y otros dos hiperproductivos recuperando las bajas de los anteriores. Eso sí que es horrible, tener tiempo para no hacer nada. Después volveré con lo único que realmente me pide la cabeza… Tengo que encontrar al brujo.

Es raro hablar de un brujo a estas alturas de la vida, tengo veintitrés años. Me debato entre el desencanto de los que me rodean y lo encantador de lo que está a mí alrededor, pero no quiero estar solo, y eso abre conflicto. Por tanto es imposible que crea en brujos. El caso ya viene de atrás; hará dos años, aproximadamente, comencé la búsqueda; el solucionaría mi único problema.

Recorrí desde entonces las calles de Santiago millones de veces, a parte de las que el resto de rutinas universitarias añadían a la lista. Comencé pegando carteles. ‘’Necesito al brujo. Urgente.’’
Si, si. Lo sé. Es absurdo preguntar por un brujo, pero tenemos muy deformada la idea que esta palabra nos transmite actualmente. El caso es que yo lo necesitaba, lo necesito. Es mi respuesta.
Al cabo de unos meses y ante la ausencia del más mínimo resultado opté por cambiar de estrategia. Lo siguiente fueron las cartas. A modo de ‘’cartero comercial’’ me colaba en los portales de cientos de edificios cada semana, abandonando pequeños pedazos de papel en cada buzón, que requerían los servicios del chamán. De paso, subía y bajaba las escaleras, siendo saludado por oportunos desconocidos como otro vecino más, al que jamás se dirigirían en la calle. Republica Argentina, Santiago de Chile, Montero Rios, Rosalia de Castro… cada semana iba tachándolas del callejero.

El día que leí en un periódico gratuito que un psicótico estaba abarrotando los buzones de Santiago, decidí acabar con el método. Nunca lo supe, pero en realidad no hacía referencia a mí.
Lo siguiente fue recurrir a ancianas con permanente pelirroja y gafas de ver que también lo son de sol. Sonará retorcido pero a veces las respuestas que buscamos se encuentran de formas insospechadas. ``¿Me pueden decir donde encuentro al brujo?’’ Repetía una y otra vez, de forma autómata. Es sorprendente la cantidad de señoras con esas características que uno se puede encontrar. Aun así, el infinito no tiene mucho que ver con ellas, por eso fue cuestión de tiempo hasta que me encontré, otra vez, con una a la que ya había preguntado. Era mi vecina del primero, pero del edificio de enfrente. Ella me espiaba cada vez que entraba, era la única que sabía que no vivía allí y sorprendentemente jamás había dicho nada, tan siquiera a Gaspar. Para observarme me seguía con mucho sigilo, por eso era difícil verla más de una vez por curso. ‘’Hijo, ¿repites siempre lo mismo? No sé dónde está el mago ese, pero… deberías preguntar por él con más calor… pareces un robóh de esos de las películas. ’’

Entonces me propuse volver con las cartas, dándoles más aliento esta vez. Probé añadiendo formas literarias de cariño e incluso candor, pero era demasiado trabajo emocional por carta. El resultado era que el resto del día me encontraba sentimentalmente anulado. Así me gané mi fama de persona fría. Por ello, acabé optando por la solución más sencilla, que descubriría al desayuno mientras calentaba leche para los cereales. Hace cosa de dos meses.

Volví al mensaje original. ‘’Necesito al brujo. Urgente. ’’ Escribía grupos de veinte cartas y las metía en el microondas, aproximadamente 30 segundos a 235 Kw, que pensé, es aproximadamente la duración e intensidad media de un beso.

Entonces llegó ese trabajo, que me hizo quejarme, lamentarme y volverme un estúpido que decía no tener tiempo para nada; cuando realmente hacia de todo con mi tiempo. Después llegamos hasta donde sabes, me rodeé de calcetines, platos sin fregar y basura sin sacar.

Pero eso siempre es temporal, como ya adiviné me recuperé en algo así como día y medio y otro tanto más tarde ya había devuelto el orden a mi alrededor.

Finalmente, las cartas giraban de nuevo en el microondas.

Quise empezar por el portal de enfrente, para así demostrarle a Gaspar, hablándole de cualquier nimiedad, que no estoy en la vida solo para quejarme. Era el único edificio donde no hacía de cartero comercial, lo cual me hacía temblar de emoción, como si el brujo fuera a estar allí, aunque no fuera así.

No había terminado de meter mis cartas en los buzones de los vecinos del tercero cuando Gaspar habló a mi espalda, mientras la señora del primero asomaba la cabeza entre las barandillas de la escalera.

- Entonces… ¿Eres tu el psicótico ese de las cartas?
Me puse muy nervioso, creo que por un segundo me dio medio infarto. Suspiré.
- Puedo explicarlo.
- ¿Por qué has de buscar un brujo? Esas cosas no existen.
- Necesito mi respuesta… y algo, dentro de mí, me dice que me la dará un brujo.
- Entiendo…

Lo más curioso es que parecía que lo entendía de verdad. Era extraño.

- ¿Lo entiendes? ¿No me tomas por loco?
- Yo solo repetí lo de los periódicos. Lo que dice el resto de la gente. Tu diagnóstico social. – Sonrío.- Nadie más busca brujos en buzones, no esperes que lo entiendan si no lo hacen más de dos de cada diez personas.
- Ya… - No sabía muy bien que contestar a eso.
- ¿Y si te dijera que yo soy el brujo?
- ¿Tu?
- Si. ¿Y si fuera yo? ¿Qué necesitas preguntarme?
- ¿Preguntar?
- Claro, hablabas de una respuesta hace un momento.

Me quedé pensativo. Hacía dos años ya que había iniciado mi búsqueda y el gracioso de Gaspar me intentaba decir que él era el brujo. ¡Después de meses peleando por encontrarlo! Buscando la forma de dar con él. Me encogí de hombros. ¿Por qué había empezado yo esto? ¿Qué quería saber?

- Mi pregunta…
- Si. ¿Ya ni recuerdas por qué me buscas? ¡Puede que yo sea el brujo!
- Puede que sí. - Le dije de pronto decidido. – Pero tú no eres el brujo que yo busco, porque… no tengo pregunta, solo busco al brujo. Es muy pronto para que seas tú, y no me lo tomes a mal Gaspar.
- ¿Pronto? ¡Pero si dices que es urgente!
- Claro que es urgente, si no fuera urgente no lo buscaría con tanta ansia. Espero encontrármelo lo antes posible, pero tú, tú no eres el brujo, porque mi respuesta es seguir buscando, seguir viviendo. Si no buscara al brujo no te habría conocido, ni a la vecina del primero, que nos mira ahora. Ni a todas las señoras pelirrojas de la ciudad, con gafas de ver y de sol. Tampoco habría esparcido por los buzones las más bellas cartas de amor hacia el chaman desconocido y sus conocidos. Yo, que soy seco y frío. Incluso no habría investigado la intensidad de un beso en medida de microondas… ¿Entiendes? Ni siquiera habría podido saludar como un vecino más a casi todas las personas de esta ciudad, que me toman como loco, y que encima, creen convivir bajo el mismo techo con una versión más amable de él. Tampoco habría provocado las risas de los que, sorprendidos, señalaban los carteles de las farolas a sus amigos, preguntándose qué clase de persona insiste tanto para encontrar algo tan absurdo como un brujo. – Cogí aire y quedé en silencio, Gaspar me miraba sonriente. - Y supongo qué… tenía que fregar los platos.
- Parece que ya acabaste con el trabajo que tanto te ocupaba ¿eh?
- Sí. – Dije saliendo por el portal. – Era un buen trabajo.

Me acabo de dar cuenta de que Gaspar si era el brujo. Como siempre, tenía la respuesta delante de mis narices, y el mismo me hizo verla. Ahora tengo la respuesta para el siguiente paso; seguirse haciendo preguntas, seguir viviendo. Buscar al brujo.

Quizás, yo sea el verdadero brujo.

¿Será esa mi próxima pregunta?

Imagen: Its more than just the dishes, de Anbu-Star

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