domingo, 28 de marzo de 2010

Divagaciones piramidales.


La especie humana es un animal de ocupaciones y motivaciones. Son los dos combustibles que encienden la máquina que somos. El combustible propiamente dicho es la ocupación, y la motivación es un catalizador.

Por ejemplo, un hombre prehistórico no buscaba comida con la misma intensidad en tiempos de holganza frente a tiempos de hambre, y, nada comparado cuando la integridad de su núcleo familiar dependía de él. La supervivencia es un catalizador, como el amor a los demás. La necesidad de comer, es la ocupación.

Pero la sociedad ha evolucionado, o al menos será más correcto decir, ha cambiado y se ha vuelto más compleja. Hasta ahora, siempre ha habido algo claro, siempre se ha tenido que luchar por algo.

Pero, ¿con que nos encontramos ahora? Pienso en mi, pienso en mis coetáneos. Pienso en un país occidental y bien alimentado. Donde uno ya no elige sus ocupaciones, sino el sistema. Donde no existe más catalizador que el aburrimiento.

¿Qué queremos?

¿Ser ricos? ¿Populares? O quizás, ¿ser humildes? ¿Una vida sencilla? Ser cultos. Vivir la vida. ¿Qué es vivir la vida? ¿A caso el prehistórico que conseguía mantener a su familia no estaba viviendo?

Cada día tengo más claro que las formas actuales nos enferman, así como enfermamos lo que nos rodea. Rompemos con la regla más básica de la naturaleza, y es que la opción más sencilla es la correcta. Y nosotros nos seguimos complicando. Seguimos yendo en contra de la naturaleza gritando ¡viva la evolución!

Un ejemplo sencillo. La archiconocida pirámide de Maslow. Ya sabéis, esa que ordena nuestras necesidades. En la base las básicas (comer, mantener nuestro medio interno y fisiológico, repirar… ) Después, las necesidades de seguridad (un empleo, un hogar, una familia…) A continuación la pertenencia y amor (amistades, afecto, intimidad sexual…) y finalmente la autoestima (aprender a quererse, principalmente, y ser querido por los que nos rodean…) No cumplir estas necesidades nos hace infelices, mas, cumplirlas no nos aporta nada. Son necesidades de déficit. En la cumbre, está la que se denomina necesidad de ser, o autorrealización. (La moralidad, creatividad, espontaneidad, resolución de problemas…)

Y bien, ¿a qué viene esto? Pues en la injusta forma de repartir la sociedad. Seguimos en el mismo punto que los egipcios, pero con muchas más capas de maquillaje. Una gran parte de la población mundial lucha por subsanar sus necesidades básicas. De estos, ya son menos los que consiguen vivir en un entorno seguro. De aquí ya son menos los que logran el arquetipo de tener una familia feliz, un círculo de amigos, unas actividades en las que relacionarse. Finalmente, ya son menos los privilegiados que encima logran el afecto y reconocimiento de los suyos, y, menos aún, los que aun con el afecto de los demás se sienten satisfechos, pues se quieren a sí mismos.

En la cumbre están los privilegiados que pueden crear, pensar libremente, aceptarse a sí mismos sin ser esclavos de sus propios prejuicios.

Pero… ¿No nos ofrece hoy en día y en bandeja, nuestra propia sociedad, las necesidades básicas? ¿La necesidad de seguridad? ¿No nos deja esto en bandeja la posibilidad de afianzar nuestros lazos, mejorar nuestras relaciones, nuestro trabajo, nuestra autoestima? ¿No tenemos entonces nuestras necesidades de déficit cubiertas desde que nacemos?

¿Por qué entonces seguimos con esa estructura de pirámide? ¿Por qué tan pocos se podría decir hoy que están verdaderamente autorrealizados? ¿No somos todos los humanos iguales en derechos?

Nadie nos ha enseñado lo que es luchar. Nadie nos ha dicho que esas necesidades un día pueden faltar. Y no hablo de apretarse el cinturón. No hablo de crisis. ¿Crisis de qué? Creo que la pirámide se ha convertido en una especie de zigurat. El escalón del primer mundo llega a la necesidad de seguridad, y ya partimos de ahí. No sabemos lo que es conseguir lo más básico, y eso nos desorienta un poco a la hora de luchar por lo siguiente. Por ciertas circunstancias algunos siguen subiendo… pero como el hombre necesita estar ocupado, sea o no con catalizador, complica estos dos niveles (amor y autoestima) al máximo, ya que no ha tenido que luchar en los anteriores. Se complica con su familia, con sus amigos. Se busca los problemas, se mira al espejo con ojos de distorsionador. Se atasca en necesidades ya satisfechas y, a modo de chute de felicidad, busca problemas relativamente banales para resolverlos.

Mientras tanto, nos quejamos, nos quejamos y nos quejamos. Nos encanta quejarnos. Nos aburrimos. A veces nos odiamos a nosotros mismos. Odiamos nuestro trabajo, odiamos a alguien para tener de que hablar con quienes decimos querer. Odiamos nuestra casa, nuestras pertenencias, que suelen ser peores de otros a los que odiamos. Nos quejamos de la inseguridad de nuestras calles, de nuestras casas, de nuestros hijos. No nos gusta como comemos, ni el aire que respiramos.

Nos los dan todo y no nos gusta nada. ¿A dónde vamos?

Quizás a la hora de nacer debiéramos partir de cero. Quizás sea un cínico que mañana no se crea sus palabras. Al fin y al cabo, ¿Qué clase de problemas tengo yo? Ninguno. Espero que eso no te haga infeliz, no tendrás que ocuparte conmigo.

Odiar sirve para pasar el rato, es precisamente, un gasto inútil de energía. Gastar energía es gastar combustible. Gastar combustible es, en definitiva, estar ocupado. Y, ¿no es eso lo que quiere el hombre?

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