martes, 3 de julio de 2012

Con lo puesto.


Desnudo con descaro las paredes y por mucho que me empeñe en la metáfora e ellas no les importa lo más mínimo. Caen las películas, los conciertos, los dibujos, y la nube de vivencias del aire se condensa una y otra vez, porque los recuerdos no flotan más allá de nuestro hipocampo. De mis pies no salen las raíces que creí extender todo este tiempo y que ahora diría que estoy arrancando en solo segundos.

Me apego a los objetos por todo lo que ellos vivieron, cuando en realidad sólo supieron estar inertes, ausentes de cualquier concepción de tiempo. Para ellos se borra tan rápido mi historia como la de las decenas de estudiantes que podrían describir los mejores años de su vida, los recuerdos más imperecederos ocurridos entre estas cuatro paredes. Ante esta soleada ventana. No puedo ni imaginar la concepción global de todos los ''Yo'' que pasamos por aquí, y me centro en mi.

Se me encoge el cuerpo, quizá por las horas de sueño y por las de insomnio que rodaron por ese colchón. . Enumeraría mil recuerdos y sensaciones, pero esos viajan  conmigo, ni en el corazón ni en ninguna otra víscera más allá de mi cabeza.

Los años pasan y nos empeñamos en darle el título del rey de la medidas. Se cierran ciclos. No existe un día que nunca llegue. Tememos quedarnos atrás y por eso nos come el tiempo. Se abren ciclos. Yo asumo, avanzo y ya no temo sentir, sentir raices creciendo o cortándose, recuerdos que se condensan y me empapan los pies. Puedo dejar atrás con dolor pues es así como mejor debe ser. Elijo mi propio equipaje, siempre que se pueda cargar y no atrase mi marcha.

Y ante tal desnudez yo me marcho, sin descaro, con calma, despacio, pues así es como yo suelo.

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