jueves, 6 de marzo de 2014

Nervios. Sol. Nervios. Sol. Nervios. Sol.

Me siento raro. Nervioso. Como si me hubiesen desplazado un poco el corazón hacia el centro y me reafirmase que no está en su sitio. Como la sensación de los días en que uno está enamorado y un pedazo de su caja torácica pende de un hilo conectado a la luz del día. Pero sin la ceguera cardio-endorfínica.

Desperté. El sueño de esta noche fue reparador, y no sólo eso, fue ultraconsciente. Antes de dormir pensé, en medio del tacto -humano y textil- que ahí estaba(mos), que el cansancio solo se debía a dos horas de sueño y que ojalá, con tantos propiciantes a dormir como nunca (9 horas por delante), ojalá, pudiera vivir todas esas horas de sueño sin que cerrar los ojos se convierta en una despedida más.

Y así fue. Dormí como nunca y la noche fue larguísima. Viví e el duermevela propio de una ansiedad cansina, pero lo único que hacía era sanarme. Noté sábanas, brazos, abrazos y contacto. Las horas no tienen ninguna velocidad, solo tienen su sustancia.

Me desperté descansado, como ya dije, reparado. Hice todo con calma. Todo. Caminé con calma. Hoy es el primer día en 3 meses que sale el sol sin miedo a equivocarse. Me paré.

Una persona cruza esta ciudad en 15 minutos. Un fotón de luz solar llega en 8 segundos a la tierra.

Me puse nervioso. Ahi siguen los nervios, dentro de mí, ¿qué son? ¿Qué fue todo este tiempo? ¿Qué problemas? No lo entiendo. Tengo mucho por hacer, pero lo veo paso por paso. Ganas por ganas. Me veo más vulnerable. Llena todos esos huecos, satisface, cumple, responsabilizate. También me veo más serio, más aburrido. Pero ya está. Todo por pasos. Todo vendrá. Estoy nervioso. Ah. Estoy nervioso. ¿Ya no me queda ingenio? Todo vendrá. Lo sé por los nervios que no salen de mi, que me dicen que aun no estoy en edad de acomodar. Qué dificil, que ganas, que miedo, que nervios, que bien, que mal, que suerte tengo.

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