martes, 7 de diciembre de 2010

Envejeciendo a las 5:19 de la madrugada


Seguro que muchos de ustedes se han dado cuenta. Probablemente cuanta mayor sea su edad es más probable que sea así. Incluso para mis lectores ¿habituales? que deberían rondar la veintena o treintena a lo sumo, ya habrá empezado a ser un cambio más que notable. Al menos eso espero, lo he oído en más personas y para mi es casi un paradigma de la vida.
 
Estoy seguro de habrán observado lo siguiente, aunque ojalá no sea así:

Bien se sabe que, cuando somos pequeños, los días, las tardes, y las mañanas también, si se trata del parvulario, se basan todo en juegos-descubrimientos,-curiosidad- juegos-descubrimientos-curiosidad… etc. Lo días son algo enorme, eterno y sin fin. A veces incluso demasiado, pero creo que hoy en día no lo podemos ver así.

Después llega la primaria, las primeras obligaciones cuando nos acercamos a la ESO… estas cosas. A veces hasta hay que estudiar. Las tardes siguen colmadas de diversiones, pero cada vez más, se ocupan de tareas y quehaceres (que hacemos a disgusto, y educadores del futuro, deberíamos hacer por gusto, el niño del párrafo anterior era pura curiosidad, este empieza a ser un membrillo). Se produce un doble fenómeno, somos más mayores, más grandes, pero por culpa de estos pequeños aburrimientos obligatorios quizá los días siguen siendo largos, tal vez más.

Es en estos años cuando los adultos nos parecen animales curiosos y a la postre imitablemente divertidos (aunque a los que tenemos más cerca por desgaste los acabaremos apartando.) Queremos crecer y trasladar todas las capacidades de los adultos a nosotros, adaptarlas a  toda la inmensidad de nuestro tiempo e infinita curiosidad.


Después llega la adolescencia y un poco más de responsabilidad. Aquí ya uno empieza a decidir cómo se toma esta. Morimos por cumplir 4 años más, 3 años más, 2 años más… Adquirimos el hábito de contar los años. Quizá tanto que por eso queremos vivir más deprisa. Es la época de las experiencias, el tiempo no pasa más rápido pero si se viven muchas más cosas. Y claro, con tantas cosas, a poco que echas la vista a ayer, parece que pasó una semana entera, que solo fue un día, y una vez más, el tiempo no pasa.

Después cumplimos 18 años, llega la universidad (o el FP, o repetir, o trabajar, o estar en casa rascándose los Franciscos. O las Patricias) Sea como fuere nos damos cuenta de que corrimos mucho pero no era para tanto, que lo de ser adulto, no da ni superpoderes, ni nada por el estilo. De un día para otro resulta que seguimos siendo iguales, pero adultos. La diferencia es mínima, pero a partir de ahí, seremos adultos. Se pueden añadir más adjetivos, haya ustedes, pero adultos semos.

Entonces empiezas a contar los años, por primera vez en tu vida, del derecho. 19… 20… 21. Y pensar que hace tres años tenía 18 y estaba saliendo del instituto, y ya acabé la carrera. Dirán algunos. 22. 23. (Aplicarán lo mismo los licenciados.) 24. 25. De pronto te sorprendes de que ya pasaron 7 años. ¡SIETE! Desde los 18. Imagínate, de los 11 a los 18 también había 7, y parecieron una eternidad… Y Dios… 14 años desde que entré en la ESO. Madre mía, pero ¿Qué ha pasado? 26. 27. 28. De pronto ya estás trabajando. (O eso espero, que hace ya años que acabaste la carrera. ¡NO ME LO RECUERDES!) 29. 30. Probablemente de la pandilla de la universidad ya queden pocos en contacto, y la mitad ya están casados. ¡Imagínate! Chindasvinto casado con Fulanita. (Que era una fulana en sus días, y ahora, casada) Y Menganito ya se divorció, con dos hijos a cuestas, a hipoteca por cabeza. 31. 32. 33. De pronto te ves preocupándote por tus padres, que ya tienen achaques y no se toman las pastillas. ¡Pero si ayer les escuchabas decir eso de la abuela a ellos, sin hacerles mucho caso! 34. 35. 37. 39. CUARENTA. 45. 50. 55. SESENTA…


Que si que sí, que se de sobra que os habéis dado cuenta. Sabéis que exagero pero no tanto, veinteañeros. Empezáis a notar que la cuesta empieza a inclinarse, y que va todo más rápido. (Pasen o no tantas cosas.) Que uno dice más veces ‘’parece que fue ayer’’. ‘’Que los años se van volando’’. ‘’Que el otro días estábamos empezando’’.  Hasta olvidaste algunos nombres.

Pero… ¿Qué le pasa al tiempo? ¿Por qué pasa más rápido?

Vamos, que de seguir así y si percatarme, al acabar este escrito dejaré la dentadura postiza en un vaso. Incluso estoy pensando que, teniendo en cuenta que esto llevaba un par de días queriendo salir de mi cabeza, y se fue atrasando… Si me despisto se va conmigo a la tumba… ¡Quién sabe! Es más, y puestos a exagerar, empiezo a tener miedo de que los achaques acaben conmigo antes que yo con lo redactado, y sólo queden sus últimas palabras rebotando en una caja de pino barnizado mientras el tiempo echa sus últimas paladas de tierra sobre mí. 

¡Y tan siquiera pude decirle a nadie que poner en el epitafio! Es más, ni lo pensé. Aunque a mi cerebro de muerto se le acaba de ocurrir algo. ¡Después de tanto tiempo! Ya ni me acordaba…

R.I.P.
Javier Blanco 1989 – 20…
Vivió, hasta que empezó a pensar en el tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario