martes, 8 de marzo de 2011

Teléfonos taquicardicos y gritos submarinos



Y el teléfono suena… 

Jamás me levantaré a  cogerlo, porque hay otros que pueden hacerlo por mí. Acaba ese timbre chirriante, y empieza la tranquila batalla de las voces. Se me encoje el corazón, se silencia la cabeza. Escucho. Deduzco lo que se dice al otro lado de la línea al oír lo que se dice a este.
  1. Falsa alarma.
  2. Falsa alarma.
  3. Falsa alarma.
Alarma… alarma… alarma.

No sé si es peor estar alerta que la propia alerta en sí. Lo único que se, es que nunca me han gustado los teléfonos. Hoy no va a ser menos.

Y otra vez, vuelve a sonar. Como un juez chillón.

Los tiraría todos al mar. Pero no.

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